QUE TU SALUD LABORAL NO PAGUE LA CRISIS
La salud laboral de las personas
que trabajan no puede pagar los efectos de la
precariedad creciente que se está produciendo con
motivo de la crisis económica y financiera. El
actual modelo económico global ha demostrado su
incapacidad para generar justicia social global y
distribución equilibrada global de los recursos.
Tener o no trabajo y en qué condiciones realizarlo
determina que el trabajo genere salud o provoque
enfermedad. Porque el trabajo nunca es neutral,
debemos pensar cuál debe ser el objetivo a
perseguir, la salud de las personas trabajadoras o
el desmesurado enriquecimiento económico
El número de personas paradas, la
incertidumbre en el puesto de trabajo, las tasas de
temporalidad, las políticas desreguladoras, la
excesiva subcontratación y el trabajo sumergido,
entre otros, vienen siendo factores que sitúan la
tasa de precariedad laboral en el estado español
como la más alta de los estados europeos.
La precariedad afecta a la salud
de todas las personas que trabajan bajo sus efectos,
al rebajarse los estándares de seguridad y salud
laboral de los puestos en precario, exponiendo a un
número muy alto de personas ante los riesgos
laborales y la siniestralidad. En especial a algunos
colectivos particularmente sensibles y
desprotegidos. Mujeres con más trabajos precarios
que hombres. Inmigrantes que
trabajan con escasa protección de su salud laboral
si no en situaciones de clara
explotación o de trabajo sumergido. Parados mayores
con difícil reubicación laboral.
Jóvenes con contratos temporales
que ven dificultada su emancipación, el acceso a la
vivienda y la construcción de proyectos vitales.
La inestabilidad laboral que
acarrea el trabajo en precario conduce a una
progresiva precariedad social en las personas
trabajadoras que miran el futuro con incertidumbre
enfrentando más trastornos de salud (mayor
morbilidad, más mortalidad por patologías
cardiovasculares) y desequilibrios de tipo social
(sentimientos de inferioridad, exclusión), familiar
(pérdidas de confianza en sí mismo, rupturas,
inestabilidad), psicológico (desestabilización
emocional, ansiedad, depresión, peor salud mental) y
personal (estilos de vida insanos) que las personas
que tienen un trabajo estable.
No pueden existir diferentes
niveles de protección en la seguridad y la salud
entre las personas trabajadoras en función de la
estabilidad de su empleo, porque la salud laboral no
puede ser moneda de trueque, ni siquiera en tiempos
de crisis económica.
Desde la Confederación
Intersindical creemos que son necesarias medidas que
aseguren la calidad en el empleo y la seguridad y
salud laboral para las personas que trabajan.
Denunciar la precariedad como forma inaceptable de
contratación laboral e
incompatible con estándares admisibles de seguridad
y salud laborales.
Cumplimiento de la LPRL y la legislación laboral de
riesgos laborales. Aumento
de los niveles de control e inspección en la
Administración y las Empresas con
el objetivo de lograr situaciones laborales sanas,
dignas y seguras.
Establecer políticas de empleos estables y salarios
dignos. Incorporación de
criterios contra la precariedad en los convenios
colectivos. Eliminar las
subcontrataciones que suponen riesgos en la
seguridad y salud de las personas
que trabajan.
Evaluación y prevención de los riesgos laborales
como principio para empezar a
asegurar condiciones dignas y saludables de trabajo.
Adopción de medidas en el mercado laboral que se
opongan a la flexibilidad
laboral y la desregulación del mercado de trabajo,
que luchen contra la
descohesión social que acarrea la precariedad
laboral, las condiciones de trabajo
insalubres y que eviten situaciones de violencia
laboral o de género en el trabajo.
Exigencia de cambios en la organización del trabajo.
Que se anteponga el
bienestar de las personas que trabajan, su seguridad
física y psicológica frente a
la explotación, el abuso, la especulación y el
enriquecimiento económico.
Potenciación en la Administración y las Empresas de
Observatorios que analicen
y supervisen las condiciones en cómo se desarrolla
el trabajo y su influencia
sobre la salud laboral de las personas que trabajan.
Establecimiento de
indicadores de precariedad en los contextos
laborales.
Establecimiento de colaboraciones entre la
Administración Laboral y la
Sanitaria para asegurar la protección de la salud
laboral de las personas que
trabajan. Refuerzo del servicio público sanitario
para que llegue a ser
proporcional al número de personas trabajadoras y no
se vea limitado por el
aumento de la población.
Seguimiento y evaluación de la evolución de las
Enfermedades Profesionales.
Modificaciones en la Ley de la Seguridad con el fin
de reconocer como
enfermedad profesional aquéllas relacionadas con el
trabajo.
Establecimiento de programas específicos para la
protección de los colectivos
en riesgo que impidan su trabajo en precario.
Evaluación de esos programas para
comprobar su efectividad.
Desarrollo del principio de igualdad entre los sexos
en la promoción de la salud
y enfoque específico de género en el tratamiento de
problemas de seguridad y
salud laboral.
Rechazo a la reforma de la Ley de Extranjería que
refuerza la supeditación a las
leyes del mercado laboral y no contempla a las
personas inmigrantes como
personas con derechos. Luchar contra los brotes de
xenofobia y la permisividad
con que se trata, así como con el uso electoralista
de la inmigración. Acceso a la
ciudadanía y derecho a la reagrupación familiar de
las personas inmigrantes |